Cuando ves por la calle a una persona de lo más normal, bueno… en lo que cabe, que sabes es un estudiante modelo, hijo obediente, amigo de todos… Una persona que todos catalogan de linda y tierna y que, a primera vista, sin duda, es algo fresa y lo último que te viene a la mente es ver a esa misma persona vestida de rosa en medio de una multitud de góticos esperando por ver a BLOOD, la banda Visual Kei en el Circo Volador.
Yo era esa chica con blusa rosa, que fue al circo volador a ver a BLOOD.
Cuando la gente me ve, no espera encontrarse con la clase de persona que va a conciertos underground de música metal-gótico.
La verdad, es que no tengo la menor idea de lo que la gente espera de mí cuando me ve, pero caigo en lo inesperado cuando en la conversación llega a la pregunta: “¿qué música te gusta?”
Lo que me gusta…
No es un género en sí, sino una combinación de muchas cosas: desde el pop más plástico, hasta la ópera, pasando por el metal, el electrónico, pero, más que nada, es rock.
Podríamos decir que es un derivado del rock, pero tampoco lo define del todo.
Lo que me gusta es el Visual Kei (estilo visual), destacado, más que nada por la apariencia andrógina de sus intérpretes y el uso del color, los vestuarios y el performance para acentuar la interpretación musical.
No sólo es la música, es toda la interpretación en conjunto lo que hacen que el Visual Kei sea lo que es. -
Luego hablaré de eso, pero ahora, me quiero enfocar en esa frase que escucho con regularidad cuando la gente sabe de mis gustos: “No creí que te gustara ESO.”
En parte, cada vez que la escucho, mi ego se eleva unas tres rayitas, pero en parte, me da curiosidad de saber lo que le “debería” gustar a una persona como yo; ¿Belinda? ¿RBD? ¡Puaj!
¿Justin Bieber? ¿Los Jonas? ¡Guácala!
Nada de eso me gusta. No me identifico con ellos.
No tengo nada en contra de aquellos a los que les gusten (allá ustedes), pero siempre he sido quien va contracorriente.
En el pre-escolar, cuando nos tocaba educación física, recuerdo que odiaba tener que usar el pants del uniforme. El resto lo usaba a diario, pero a mí nunca me gustó.
En primaria, nunca conseguí aprenderme las canciones de moda, y todavía hasta hoy me cuesta adaptarme a las modas de los demás.
Por ahí tal vez es un buen inicio para comprender por qué me llama la atención el visual.
La primera razón podría ser porque no se trata de la música convencional que todos escuchan. Huyo de las convenciones. Me chocan.
La otra razón es porque, a diferencia de lo que el mundo parece creer, mi ideología no admite un estereotipo para el visual. Es verdad que a la mitad de los conciertos a los que he asistido de este estilo, la mayoría va de negro, como lolitas, o siguiendo un estilo de moda gótica, pero no es lo mío.
Ya lo dije: fui vestida de rosa a un concierto de BLOOD. Una anécdota divertida de contar, pues, no por haber ido de ese color soy menos fan de la banda que el resto.
Igualmente, me siento identificada con las letras de las canciones que escucho y ¡Dios! adoro cómo se ven.
Es un estilo, una forma de arte muy distinta de la que estamos acostumbrados. Es una interpretación completa, que requiere trabajo y el doble de esfuerzo, quizá, para conseguir el efecto deseado.
Los artistas visual son más honestos consigo mismos, pues siguen el estilo que les gusta y cambiar cuántas veces quieran, saltando de un estilo a otro, sin perder la esencia de lo que son.
Así es como veo el visual, así es como me defino yo.
Tal vez ya me explayé mucho, pero en sí la lección es nunca juzgar un libro por su portada. ¿Quién sabe? quizá un día tengan una amiga linda y agradable a la que le gusta ir a conciertos de japoneses vestidos de mujer que tocan metal sinfónico y gótico.
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